A diario, desde el momento en que el sol se oculta y las frías y bruscas pegadas de viento arremeten contra los cuerpos, un grupo de entusiastas jóvenes comienzan a desfilar, con traje deportivo, por los interiores del campus universitario, en dirección al lugar que se convertirá en su espacio de desenvolvimiento artístico denominado por la gran mayoría como “taller de grupo de danzas de la universidad.”
La muchedumbre y los bochicheos de los jóvenes que conversan en los interiores del taller son notorios hasta que al promediar las 7:30 de la noche se escucha fuerte y enérgicamente desde uno de los rincones “¡Chicos todos al centro a calentar.!” Es el director del elenco artístico, Carlos Yllatopa, quien luego suelta una de las tantas melodías de nuestra amplia y exquisita gama de ritmos culturales, y marca el punto de partida de una noche más donde todos los danzarines tenemos un arduo trabajo por desarrollar. Aún así es obvia la molestia que puede generar en algunos este llamado – que por sus gestos yo lo calificaría como un ruido psicológico en sus mentes y oídos - pero que frente a la mirada directa, penetrante y desafiante del profesor al verlos sentados y perezosos, sólo atinan a pararse y a comenzar con el nada querido y aceptado calentamiento.
¡Que fuerte y cansado puede ser todo esto!, lo confieso yo que soy parte activa de este grupo de jóvenes dedicados, por gusto y convicción, al arte denominado danzas. Pero también aseguro, revelo y afirmo que es uno de los gustos y satisfacciones más grandes que se puede sentir cuando sabes que el esfuerzo y dedicación es parte de una pasión que te deja totalmente extasiado, envuelto en una atmósfera de adrenalina que nada tiene que envidiarle a los deportes extremos.
Es imposible no notar que son muy pocas las semanas que quedan para terminar el ciclo universitario, y para algunos de los integrantes del elenco son las más tensas pues por ahora no sólo hay presión en el entorno académico, sino también en el artístico ya el requerimiento de presentaciones es grande y el tiempo de preparación es corto, tanto así que la división de horarios durante la semana que existió en algún momento entre elenco y taller de danzas a pasado a la fila de desparecidos en la ciudad, pensando yo, por algunas actitudes observadas, que algunos tienen mucho interés por sentar la denuncia y poner presión hasta que ésta regrese. ¿El motivo? Simple, y –sospecho- es fácil de percibir si se aventura uno a ser parte de un día de ensayo en el elenco. Agitación y constante transpiración se traducen en un cansancio exhaustivo y desgaste físico tremendo reflejado en el rostro, cuerpo y expresión de cada uno de los integrantes. Lo expreso yo que soy parte de esto y me es posible describir lo que el danzarín a de sentir cuando el ensayo llega el fin.

Que mejor manifestación de todo lo que he expresado que las constantes presentaciones y las experiencias que se adquieren de cada una de ellas.
Puede parecer una rutina, pero no lo es. De todos modos esto empieza así. Llegado al lugar se empieza con aquellos que nunca se hacen extrañar, los nervios. Seguido por un organizado, pero no por eso silencioso y calmado uso de los camerinos o también llamados vestidores. Las escenas dentro de ellos son para reír, preocupar y en algunos casos hasta tensionar. De pronto se puede escuchar “¿alguien ha visto mi yankes”, o quizás “¡Chicas, ¿han visto mi enagüe?”, o un “amiga, ¿has visto mi falda de festejo?”, y en el peor de los casos “¡NOOOOOO!...creo que olvide mi palana.” Ojo no es desorganización. A veces los nervios hacen se olvide el lugar donde se ha colocado la vestimenta y sus accesorios después del momento de la entrega. Luego llega el momento crucial para todos, incluido el profesor, la puesta en escena. En ese momento sólo se hace lo que más nos gusta y disfrutamos del más mínimo golpe de caderas al compás de un cajón, o de una corrida marcada para cerrar una circunferencia, parte de la coreografía, siguiendo una melodía, etc. En sí se puede apreciar que divierte y complace realizar todo aquello que implique alegría, ritmo, sabor y música.
Puede parecer una rutina, pero no lo es. De todos modos esto empieza así. Llegado al lugar se empieza con aquellos que nunca se hacen extrañar, los nervios. Seguido por un organizado, pero no por eso silencioso y calmado uso de los camerinos o también llamados vestidores. Las escenas dentro de ellos son para reír, preocupar y en algunos casos hasta tensionar. De pronto se puede escuchar “¿alguien ha visto mi yankes”, o quizás “¡Chicas, ¿han visto mi enagüe?”, o un “amiga, ¿has visto mi falda de festejo?”, y en el peor de los casos “¡NOOOOOO!...creo que olvide mi palana.” Ojo no es desorganización. A veces los nervios hacen se olvide el lugar donde se ha colocado la vestimenta y sus accesorios después del momento de la entrega. Luego llega el momento crucial para todos, incluido el profesor, la puesta en escena. En ese momento sólo se hace lo que más nos gusta y disfrutamos del más mínimo golpe de caderas al compás de un cajón, o de una corrida marcada para cerrar una circunferencia, parte de la coreografía, siguiendo una melodía, etc. En sí se puede apreciar que divierte y complace realizar todo aquello que implique alegría, ritmo, sabor y música.
Elenco. Presentación en Plaza de Armas de Trujillo.

Elenco de danzas en Bagua Grande.
Esta es aquella parte desconocida y no divisada por muchos de las danzas costumbristas y sus danzarines. Demanda mucha entrega y dedicación pero es parte de una pasión que se lleva en la sangre y el corazón; se apodera del alma y se expresa en una canción. Hoy yo he osado quitar este el manto del telón.
Danzas Upao. Corso de la Primavera, Trujillo 2008.
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